Estos lienzos son una invitación a la bucólica y campestre tierra de viñedos cuajados de colores verdes, ocres, marrones dependiendo de cada estación, campos de trigo azotados por el viento cálido de un día caluroso de verano y los olivos plateados que acompañan a la soledad del lugar. En el primero, el río suaviza la presencia y nos desvela el secreto de la naturalidad por sus destellos blancos. Colores otoñales visten con elegancia y se dejan mimar por el romanticismo del ambiente.
En el segundo, con una suave y exquisita luz se contemplan las verdes y frescas vides primaverales con una excelente paleta de variados colores, acompañados por un majestuoso olivo que se realza por sus lineas sobrias. A través del amarillento trigo, esperando que llegue el verano para talarlo, se divisa a lo lejos un pueblo en el que se ha plasmado como pequeñas manchas creando así su figura. Las montañas hacen un maridaje perfecto con sus nubes blancas y retales de cielo añil.
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