Cualquier pretexto es bueno para comprar una obra de arte, un buen cuadro para admirarlo mientras uno está sentado en el sofá o alza la cabeza tras leer un buen libro o mientras toma un buen café. Admirar sus cualidades pictóricas, sus efectos de luz o las sensaciones que uno recibe.
Una reciproca serenidad y placidez respetuosa, embarga la mirada al contemplar cual bellos colores superpuestos al lienzo están.
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